Carpe Diem.
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Sundial on the side of a building in Yvoire, Haute-Savoie, France. |
Muchos de
nosotros, ya entrados los temidos 30’s, empezamos a pensar terriblemente acerca
de cómo han volado los años, cuantos sueños y metas dejamos atrás o peor aún,
ya nos toca revisar la ilusa lista de esas diez cosas que queríamos hacer
cuando fuéramos adultos y tristemente nos damos cuenta que ya lo somos y no
las logramos. Parece que los treinta son la década no-mágico-realista en la
cual aterrizamos y decimos: “definitivamente no seré Frank Ghery” (lo cual podría ser bueno,
yo no querría la fama, si esta viniera acompañada de la arrogancia de Mies). En resumen toda esta nostalgia nebulosa de pasar revista nos remite, entre
otras mil quinientas quejas de la vejez y sus achaques, a una muy potente
realidad; tal vez no estamos donde soñamos porque no hemos hecho nuestro mejor
esfuerzo por conseguirlo.
Cuando Horacio,
el poeta romano, acuñó la frase “Carpe
diem quam minimum credula postero” -no dejes para mañana lo que puedes
hacer hoy-, no nos estaba guiando por los caminos románticos, ni renacentistas
de la línea de Dionisio, de irnos de bonche hasta más no poder, de ir a parar
cinco veces por semestre a emergencias en busca de la dextrosa perdida; a beber
y a gozar que el mundo se va a acabar; sino mas bien nos guiaba por la
profundidad de pensamiento de la línea de Apolo. No hay, ni habrá nunca un
arquitecto importante -no mediáticamente famoso- en obras y escritos que
haya logrado tal fama sin esfuerzos. Esos esfuerzos que siendo estudiante me parecían
inhumanos; han sido la clave para sacar adelante grandes proyectos en el
ejercicio profesional. Los odiados trasnoches, ver como se completa el ciclo de
12 horas en tu reloj de pared, una y otra vez mientras estas anclado para
siempre en una mesa de dibujo; (es un cuadro fotográfico perfecto para una película de Alfred Hitchcock,… sigamos
sumando), la mala alimentación, las gastritis,
las recurrentes pesadillas, complicaciones del páncreas, acné, el bruxismo aderezado
con una muy corta y raquítica vida social. Ese es el gran precio del carpediem+arquitectura.
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mies van der rohe in his apartment on east pearson street, chicago,
1964 © werner blaser courtesy whitney museum of american art |
Yo no me
considero famosa, de hecho no debo ser contada entre los más exitosos de mi promoción.
Resaltemos más bien una historia particular, la vida de Mies, el hijo
arquitecto de un vendedor de mármol, este muchacho casado y con hijos, lo
sorprende la crisis luego de la primera guerra mundial, deja su familia y
acepta la exposición en Stuttgart que le abrió las puertas al diseño de muebles
y le produjo una arquitectura tan sublime como lo es el famoso pabellón de Barcelona;
a raíz de lo cual se hiso merecedor de ser llamado al puesto de director en la
Bauhaus. Lamentablemente a los 2 años debe cerrar la bauhaus y tenemos un Mies inseguro
que se instala en Berlín ya sin fondos suficientes y bajo la presión política debe
cerrar su firma de arquitectura, entonces Mies emigra a USA, inicialmente
trabaja en el Armour institute of technology de Chicago pero en muy pocos años
llega a ser su director. Más adelante es Mies quien diseña y construye el campus para
el nuevo Illinois Institute of Technology, a los 6 años de su inmigración fue
naturalizado como ciudadano de USA, le
subsigue la mágica época de la Farnsworth house y su sueño anhelado de
construir rascacielos se cristaliza 40 años después de haber dejado su primera
familia a un lado Mies inaugura el legendario Seagram Building, en colaboración
de Philip Johnson en New York, se jubila de las cátedras universitarias
y en 1968, 35 años después de su salida presurosa, vuelve a Alemania y
construye la National Gallery en Berlin. Mies muere en 1969 dejándonos su
legado de menos es más.
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seagram building,
new york (1954-1958), 1958
ludwig mies van der
rohe
© ezra stoller, 1958
courtesy canadian center for
architecture,
montreal |
Y quisiera
saber si tú ya has determinado en tu vida ¿cuál es ese mas+ que quiso Mies
esconder en su mítica frase? Vamos a
preguntarnos por un momento ¿Qué tal si Mies no hubiese dejado su familia en
Weder, Berlin 1918? O si luego del éxito de Pabellón de Cristal ¿no acepta la
carga política que suponía ser director de la bauhaus? Y de forma crucial; ¿Qué hubiese pasado con mies si la presión política le hubiese vencido y en vez de
emigrar a América se queda en Alemania siendo uno más de los lame botas
reprimidos por el régimen de su país? O si finalmente viaja a América ¿pero, se
conforma con ser un arquitecto ordinario y pierde la confianza en sí mismo? Sencillo;
hoy no estuviéramos hablando de los grandes esfuerzos que supone salir adelante
en nuestra profesión. Los grandes proyectos son para gente decidida, gente que
sabe que no es perfecta, gente que sabe que un día fue rústica y decidió estudiar
y pulirse, que se vio estancada y se actualizo; que estudio Revit, Autocad,
Cinema, Fotografía y Sketch up para poder mantenerse competitiva; esos que
estudian inglés, francés, portugués italiano y hasta mandarín para estar a la
altura de los nuevos mercados. No hay una regla específica ni existe la vida profesional
perfecta, a Mies lo sorprendió la crisis de la post guerra; que coincidencia! A
nosotros también. Un buen día a Mies también le sorprendió la monotonía de dormir
en la misma cama con una persona que ya no era su alma gemela, y tuvo el valor de admitirlo, aun con dos
hijos de por medio, Mies no se estancó, nunca se rindió. Que cometió errores y
fue arrogante? Sí; pero nunca le gano la batalla el Carpe Diem. Y al final de la
historia; eso es lo que cuenta.
No te sobrecargues
con todos tus signos de menos; recuerda que menos es más+.
Mies van der Rohe: A Critical Biography, Schulze