arquitectura

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martes, 10 de julio de 2012

Carpe Diem









Carpe Diem.
Sundial on the side of a building in Yvoire, Haute-Savoie, France.
Muchos de nosotros, ya entrados los temidos 30’s, empezamos a pensar terriblemente acerca de cómo han volado los años, cuantos sueños y metas dejamos atrás o peor aún, ya nos toca revisar la ilusa lista de esas diez cosas que queríamos hacer cuando fuéramos adultos y tristemente nos damos cuenta que ya lo somos y no las logramos. Parece que los treinta son la década no-mágico-realista en la cual aterrizamos y decimos: “definitivamente no seré Frank Ghery” (lo cual podría ser bueno, yo no querría la fama, si esta viniera acompañada de la arrogancia de Mies). En resumen toda esta nostalgia nebulosa de pasar revista nos remite, entre otras mil quinientas quejas de la vejez y sus achaques, a una muy potente realidad; tal vez no estamos donde soñamos porque no hemos hecho nuestro mejor esfuerzo por conseguirlo.

Cuando Horacio, el poeta romano, acuñó la frase “Carpe diem quam minimum credula postero” -no dejes para mañana lo que puedes hacer hoy-, no nos estaba guiando por los caminos románticos, ni renacentistas de la línea de Dionisio, de irnos de bonche hasta más no poder, de ir a parar cinco veces por semestre a emergencias en busca de la dextrosa perdida; a beber y a gozar que el mundo se va a acabar; sino mas bien nos guiaba por la profundidad de pensamiento de la línea de Apolo. No hay, ni habrá nunca un arquitecto importante -no mediáticamente famoso- en obras y escritos que haya logrado tal fama sin esfuerzos. Esos esfuerzos que siendo estudiante me parecían inhumanos; han sido la clave para sacar adelante grandes proyectos en el ejercicio profesional. Los odiados trasnoches, ver como se completa el ciclo de 12 horas en tu reloj de pared, una y otra vez mientras estas anclado para siempre en una mesa de dibujo; (es un cuadro fotográfico perfecto para una película de Alfred Hitchcock,… sigamos sumando), la mala alimentación, las gastritis, las recurrentes pesadillas, complicaciones del páncreas, acné, el bruxismo aderezado con una muy corta y raquítica vida social. Ese es el gran precio del carpediem+arquitectura.
mies van der rohe in his apartment on
east pearson street, chicago, 1964
© werner blaser
courtesy whitney museum of american art
Yo no me considero famosa, de hecho no debo ser contada entre los más exitosos de mi promoción. Resaltemos más bien una historia particular, la vida de Mies, el hijo arquitecto de un vendedor de mármol, este muchacho casado y con hijos, lo sorprende la crisis luego de la primera guerra mundial, deja su familia y acepta la exposición en Stuttgart que le abrió las puertas al diseño de muebles y le produjo una arquitectura tan sublime como lo es el famoso pabellón de Barcelona; a raíz de lo cual se hiso merecedor de ser llamado al puesto de director en la Bauhaus. Lamentablemente a los 2 años debe cerrar la bauhaus y tenemos un Mies inseguro que se instala en Berlín ya sin fondos suficientes y bajo la presión política debe cerrar su firma de arquitectura, entonces Mies emigra a USA, inicialmente trabaja en el Armour institute of technology de Chicago pero en muy pocos años llega a ser su director. Más adelante es Mies quien diseña y construye el   campus para el nuevo Illinois Institute of Technology, a los 6 años de su inmigración fue naturalizado como ciudadano de  USA, le subsigue la mágica época de la Farnsworth house y su sueño anhelado de construir rascacielos se cristaliza 40 años después de haber dejado su primera familia a un lado Mies inaugura el legendario Seagram Building, en colaboración de  Philip Johnson en  New York, se jubila de las cátedras universitarias y en 1968, 35 años después de su salida presurosa, vuelve a Alemania y construye la National Gallery en Berlin. Mies muere en 1969 dejándonos su legado de menos es más.
seagram building,
new york (1954-1958), 1958
ludwig mies van der rohe
© ezra stoller, 1958
courtesy canadian center for
architecture, montreal
Y quisiera saber si tú ya has determinado en tu vida ¿cuál es ese mas+ que quiso Mies esconder en su mítica frase?  Vamos a preguntarnos por un momento ¿Qué tal si Mies no hubiese dejado su familia en Weder, Berlin 1918? O si luego del éxito de Pabellón de Cristal ¿no acepta la carga política que suponía ser director de la bauhaus? Y de forma crucial; ¿Qué hubiese pasado con mies si la presión política le hubiese vencido y en vez de emigrar a América se queda en Alemania siendo uno más de los lame botas reprimidos por el régimen de su país? O si finalmente viaja a América ¿pero, se conforma con ser un arquitecto ordinario y pierde la confianza en sí mismo? Sencillo; hoy no estuviéramos hablando de los grandes esfuerzos que supone salir adelante en nuestra profesión. Los grandes proyectos son para gente decidida, gente que sabe que no es perfecta, gente que sabe que un día fue rústica y decidió estudiar y pulirse, que se vio estancada y se actualizo; que estudio Revit, Autocad, Cinema, Fotografía y Sketch up para poder mantenerse competitiva; esos que estudian inglés, francés, portugués italiano y hasta mandarín para estar a la altura de los nuevos mercados. No hay una regla específica ni existe la vida profesional perfecta, a Mies lo sorprendió la crisis de la post guerra; que coincidencia! A nosotros también. Un buen día a Mies también le sorprendió la monotonía de dormir en la misma cama con una persona que ya no era su alma gemela,  y tuvo el valor de admitirlo, aun con dos hijos de por medio, Mies no se estancó, nunca se rindió. Que cometió errores y fue arrogante? Sí; pero nunca le gano la batalla el Carpe Diem. Y al final de la historia; eso es lo que cuenta.

No te sobrecargues con todos tus signos de menos; recuerda que menos es más+.
Mies van der Rohe: A Critical Biography, Schulze