arquitectura

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miércoles, 19 de diciembre de 2012


Lo que el semestre se llevó


“People who comprehend a thing to its very depths rarely stay faithful to it forever. For they have brought its depths into the light of day: and in the depths there is always much that is unpleasant to see."

"La gente que comprende una cosa hasta lo más profundo rara vez permanecen fieles a ella para siempre. Porque ellos han traído sus profundidades a la luz del día, y en el fondo siempre hay mucho de eso que es desagradable de ver.”  
Friedrich Nietzche

Iniciar un semestre es casi siempre una emoción, una felicidad llena de energías incalculables. Los profesores no descansamos; las vacaciones nos permiten planificar y organizar las clases, coordinar actividades y preparar horarios. Impartir docencia nos hace aspirar a ser maestros, es traer lo que somos a la luz del día, empezar a dudar cuanto sabemos para empezar a aprender una y otra vez; semestre tras semestre; clase tras clase, con cada alumno, con cada vida.

Yo no estudié arquitectura para ser profesora, no es un título del que me gustaría presumir; ser profesor es casi tan difícil como ser madre, nadie te enseña cómo se hace, se aprende sobre la marcha; tú solo vez a los demás y vas tomando notas. Yo llevo casi diez años tomando notas y solo se decir que estoy intentando empezar a aprender. Al igual que las madres vez crecer a los alumnos y te preocupas por su futuro, son personas sobresalientes que crecen en conocimientos, valores y anhelos de trascendencia. Me preocupo porque sé que al salir a la calle la mayoría de estas mentes brillantes se van de mis manos en ocasiones sin la debida humildad para abrirse paso en la vida, la arrogancia, la soberbia y el hambre de llevarse el mundo por delante va destruyéndoles amistades, relaciones, reputaciones en fin; el camino. Es un trabajo cruel la docencia, cada semestre nos creamos metas y expectativas que pocas veces se alcanzan; a veces me quedan los miedos de la ética: tanto conocimiento y tan poca conciencia de Dios; tanto anhelo de éxito profesional y tanta carencia de misericordia; pero es que en el fondo algunos entienden que no estamos aquí para el sermón de adviento, ni para la corrección, ni la disciplina. Que el universo del profesor es el material de la clase, el libro, el diseño. ¿y la persona; entonces no la tocamos?  Cada alumno es un individuo con situaciones muy parecidas a las nuestras, con deficiencias, miedos, planes, sueños, enfermedades, anhelos, pantallas, máscaras, telones y teatros enteros sobre vendidos como los que vivimos nosotros los adultos, solo que ellos están iniciándose en el oficio, aprendiendo de nosotros.

En la medida de lo posible todos vamos creciendo, las viditas que llegan a nuestras manos en ciclo básico llegan a convertirse en tremendas vidas, aquilatadas y macizas, valiosas por su peso y su alto sentido de convicción. En ocasiones podemos detectar con asombro las marcas de nuestros vicios, opresiones, valores y pareceres en esas vidas que se van formando a nuestro lado. Cada semestre hay algo de nosotros que va a parar en otras vidas, tal vez lo bueno, tal vez lo malo, en fin algo se va. De lo pequeño de mi persona hay algo que sale a la luz cada semestre que construye la experiencia de mis alumnos. En el silencio de la publicación de calificaciones finales miro todo el proceso y me pregunto ¿Qué tanto aprendí yo?  ¿He logrado ser mejor persona y sobrevivir a las inclemencias del semestre? ¿Dónde se ha quedado mi corazón? Al final del semestre siempre hay algo que olvidar, algo que ya no es bueno aprender y algo en lo que ya he dejado de creer.

Este semestre tan largo y tan cargado de actividades reafirmó mi fe en el futuro de nuestro país; de jóvenes que donan lo mejor de su tiempo en iniciativas como un techo para mi país, sin embargo este periodo también me hizo entender que las presiones mediáticas de la sociedad de consumo están perfilando un nuevo profesional, lejano, superficial y de burbuja; de objetivos económicos muy marcados, de poca coherencia ética-moral y de una gran dependencia afectiva. Con este semestre se han ido mis expectativas de estudiantes de otros tiempos; comprendo la necesidad de un “like”, del “RT” y la reafirmación de la personalidad que depende de lo que los demás opinan de ti. Lamento tanto la perdida de la conversación amena a la que se le huye chateando con el whatssap, porque hasta los profesores en ocasiones lo hacen y la poca educación con la que están llegando los estudiantes a las aulas. con el fin de semestre se ha ido mi confianza en la educación íntegra familiar que ahora envía jóvenes cada vez más endebles y torcidos a las aulas, con ningunas ansiedades de conocimiento y ningún espíritu analítico. Pareciera que el mundo solo anhela dinero, poder, riquezas y pasarle por encima a quien sea para conseguirlo. ¿Cuándo nos vamos a detener a querernos como somos sin competencias y sin la prisa de llegar primero, como si la vida fuese una carrera? 

Los estudiantes te los encuentras por todas partes, en las fiestas, el súper, las tiendas, el salón de belleza y hasta en el mecánico, porque todos somos personas y habitamos en el mismo mundo con los mismos derechos y con el respeto y la admiración que nuestras relaciones ameritan. A ellos les debo tantas enseñanzas y tanta paz en mi vida, porque cada una de sus situaciones me han hecho mejor persona. Es increíble que sea Nietzche y no otro el autor de la frase que ha logrado definir el fin de este semestre.

Gracias a todos los que se montaron el tren conmigo a principio del semestre y no se bajaron hasta el final.
¡FELIZ NAVIDAD!

Es Posible La Paz

"All of us who are concerned for peace and triumph of reason and justice must be keenly aware how small an influence reason and honest good will exert upon events in the political field."                                                                           Albert Einstein

“Todos los que se preocupan por la paz, el triunfo de la razón y la justicia deben ser muy conscientes de la pequeña influencia que una buena y honesta razón ejercerá sobre los acontecimientos en el campo político.”            
Albert Einstein


A mi regreso desde upstate New York República Dominicana parece caldo en ebullición; el cambio de gobierno y las nuevas disposiciones políticas han movilizado toda una campaña de quejas y manifiestos en las redes sociales. Los jóvenes están haciendo uso de todas las herramientas mediáticas para hacer valer sus opiniones en torno a la corrupción, las medidas de la nueva reforma fiscal y la dudosa reputación del gabinete de gobierno del nuevo presidente. La juventud está quejándose, está protestando, haciendo uso de la democracia que aún podemos disfrutar gracias a un largo camino trillado a fuerza de lágrimas, sangre y dolor; gracias a la fuerza misericordiosa de Dios que permite que aún seamos libres de expresar nuestro descontento frente a la crisis política de nuestra nación. Sin embargo y muy por encima de todos los anhelos de la justa razón, las presiones políticas que estamos viviendo son producto de intereses económicos de una minoría que lo controla todo, que no piensa en país sino en estructuras corruptas y plataformas partidistas; esos que se reparten nuestros recursos y que permiten atrocidades en nuestras tierras abriendo las puertas a canales y comercio de muerte no entienden nada de la justa razón ni de la honestidad, ni de los buenos valores que enarbola la gente corriente con esta campaña mediática por las redes sociales. Esta gente desconocida que es la masa trabajadora, el pueblo que mantiene de pie este país con el sudor de su frente es la que hace grande mi patria y es la que tiene que entender que la justicia y la equidad nunca se sentarán en la mesa del dialogo con los acontecimientos políticos porque sencillamente son realidades diferentes.

La cultura de los valores nada tiene que ver con dejarnos llevar por la moda de quejarse. Tenemos que conocer nuestras debilidades para poder cambiarlas, somos un pueblo sin memoria política y a la vez un pueblo de muy pocos valores, donde la gente se ríe de la vulgaridad y de las manifestaciones de odio, esas manifestaciones que se enarbolan inscriminantes, racistas, indolentes ante la pobreza e indiferentes ante la desigualdad social de nuestra sociedad. Muchos de los que nos estamos quejando somos incapaces de disponer el destino de la basura de nuestro frente, nos hacemos los ciegos frente al drama de la drogadicción analfabeta que viven nuestros jóvenes, nos hemos auto excluido de la realidad de los hogares de ancianos y niños huérfanos, alegamos hostigamiento ante el indigente, el pedigüeño y los enfermos mentales, odiamos los animales callejeros e ignoramos sus derechos y las políticas de protección y aun así queremos reclamar que los destinos políticos de nuestro país han sido manejados de forma corrupta. Muchos estamos quejándonos sin saber de qué nos quejamos, ¿por qué reclamar las atrocidades del gobierno anterior si fuimos nosotros los que otra vez votamos por el mismo partido? Un pueblo que no sabe votar es un pueblo condenado a repetir mil veces la misma historia.

Estoy de acuerdo con que nos quejemos desde nuestra propia falta de iniciativa, de nuestro desgane y nuestra escasa conciencia social. No estuviéramos mal gobernados si supiéramos elegir nuevas formas y nuevos métodos, si hiciéramos valer el poder que tenemos como pueblo edificado en valores; pero solo nos dejamos llevar por las corrientes que nos arropan que pronto caen sin base y sin echar raíces. Quejarse por lo superficial no es quejarse, es dejarse convencer por las apariencias. Ya sé que en nuestros días las evidencias de corrupción son tan obvias que tenemos que arrancarlas de nuestras narices, estamos viviendo un circo de persecuciones políticas donde el sistema finge hacer su trabajo y nosotros asumimos ser espectadores; estamos a la “espera” de que se haga justicia y se asuman las leyes, tenemos las herramientas pero ¿Qué hacemos con ellas si no conocemos nuestros derechos? Por eso nos mantienen lejos de la educación, desconocemos de métodos, vías y formas de hacer cumplir las leyes e instaurar los valores y la honestidad porque el dominicano promedio no conoce sus derechos ni cumple con sus deberes.

Es obvio que la política no es una ciencia, es la astucia de quitarles a los pobres para llenarle los bolsillos a los que ya tienen demasiado. Es cierto que para ser político no hay que ser culto, ni instruido, ni estudiado, porque el perfil de nuestros síndicos, senadores, diputados y regidores así lo demuestra. Pero somos nosotros los que hemos decidido votar por ellos y tenerlos ahí, hemos elegido tener al frente de nuestros destinos a una banda desafinada de ineptos y corruptos. Es nuestra culpa y nuestra responsabilidad. Y quejándonos en protestas callejeras no vamos a cambiar las cosas solo vamos a crear más violencia, mas odio, más muertes. Por encima de todas las crisis debemos anhelar ser gente de paz; sé que es difícil vivir en paz frente a la injusticia, la inequidad, el hambre y la miseria, que es difícil defender la paz cuando personas menos capaces que tú te pasan por encima y adquieren mejores puestos de trabajo que tu, es difícil estar en paz cuando las oportunidades de estudio y de especialización se la dan a los hijos de los funcionarios, capacitados o no. Sé que es difícil ver el estancamiento económico de tu zona frente a la poca responsabilidad del sector empresarial  apoyado por las malas políticas gubernamentales y turísticas, yo si sé que es difícil estar en paz y ver como se caen los negocios de tanta gente buena, honesta, digna y trabajadora  por los caprichos megalómanos de un sector insaciable, podrido y nauseabundo que siempre tiene hambre de más, disfrazando su maldad con discursos y filosofía barata llena de estadísticas parciales que logran embaucar a la mayoría con palabras bonitas, yo sé y conozco de todas estas opresiones que van calando en el corazón de cada hombre haciendo brotar los más grandes alaridos de impotencia y desesperación, creando rebeliones y desdichas, sumiendo y desterrando gente brillante en la pobreza, en la indocumentación y en la ignominia; lo sé porque desde ese rincón del alma es que ahora escribo, sintiendo y viviendo estos dolores y haciéndolos muy míos sin embargo también se y conozco por demás aun en la más profunda angustia, en la noche más oscura, en la carencia mas agreste, en la soledad más triste, en el dolor más hondo y en la herida más profunda: la paz es posible.

Es posible la paz porque en ella hemos sido creados y hacia ella vamos caminando aun sin saberlo, la paz está siempre en nosotros, con nosotros y sobre nosotros; a pesar de nuestra pequeñez podemos crecer y ser una gran nación, depende únicamente de los valores que decidamos promover desde el interior de nuestros corazones, de nuestras familias, de nuestras ciudades y regiones para formar el país que queremos, quejándonos oportunamente y responsabilizándonos de cada una de nuestras acciones, porque son ellas y nada más; las que construyen día tras día la patria.